Garnatix, Albaycín, verano del año
2074.
Después
de una noche entera sin pegar ojo, la mañana se presentó algo más tensa de lo
deseado. Los vecinos aún no había tomado una determinación y el enemigo estaba
a las puertas, no podían obviar el inminente ataque que se preparaba, sería el
cuarto en los últimos meses y era primordial repelerlo. El casino de Zafra,
reconvertido desde que se conformara la Resistencia, dos años atrás, en la sede
central de la asociación POP, hervía de actividad. Una paloma sobrevoló su
bóveda acristalada contemplando a su paso a aquellos humanos que caminaban por
dentro de ella como si se debatieran en humanas cuestiones. Y así era, hasta
que de repente alguien tomó la responsabilidad y asumió los riesgos. Hubo
muchos que de nada lo conocían, otros se planteaban sorprendidos quién era el
osado, algunos hasta se atrevieron a preguntarle su nombre. Él dijo que eso no
era importante, pero que podían llamarlo Jesús. Entonces, aquellos vecinos más
familiarizados con la
Cronociberfly 2012, la vieja máquina del tiempo y atracción
estrella del antiguo casino, se sintieron obligados a comunicarle de los
terribles peligros que aquel viaje entrañaba: la pantalla no visualizaba fechas
con exactitud, solo épocas. En cuanto a su regreso...ya sabía de lo improbable
del mismo. Algunos se miraron entre sí, otros dejaron caer los hombros
apesadumbrados, pero todos quedaron en silencio cuando Jesús aceptó
humildemente la misión, sin titubeos. Y todos pudieron admirarse aquella mañana
al verlo subir a la
Cronociberfly con sus provisiones de pan de Alfacar, su jamón
de Trevélez y su morcilla de Güejar, su tartera de bacalao con tomate, unos
piononos de Santa Fe y hasta su garrafa de agua de Lanjarón, que la trajo una
tal Carmela, y su botella de J&B que le llevó de bulla y corriendo un tal
José de Ari...lo que sea. Así que bien pertrechado de viandas para el camino, tomó
Jesús las últimas consignas y con un aplomo encomiable, destapó un tuperware de
ensaladilla rusa, se despidió tenedor en mano y brindando con un tercio de
cerveza Alhambra especial, se perdió en la espesa nube que la maquina despedía
para sensación del público, antes de iniciar el viaje en el tiempo. Y en tanto
el vecindario quedaba a la espera, expectante y meditabundo, Jesús pensaba mientras
comía en cosas como: Esto está que te cagas de bueno; y qué fresquita está esta
birra; y... ¿En que época habíamos quedado que nos situábamos, a ver, a ver...?
Mientras no caiga en la Guerra Civil...ahí poco podré hacer. Cómo está la
ensaladilla, madre mía... ¡Coño, la pantalla, funciona! Eh, ¿eso qué es? No me
digas qué...
Solsticio de
verano en Florentia Iliberritana, sur de Hispania. 145 A .C.
Después de las
últimas revueltas en la civitas íbera, más calmada la situación y levantado el
toque de queda, algunos de los pobladores de los arrabales coincidieron en
haber oído un extrañísimo sonido en la apacible noche, aunque nadie vio nada y
aún menos podrían llegar a identificar aquello, pues nadie se quejó de daño o
ataque alguno. Si acaso habrá sido un pedo de elefante, se aventuró a decir uno
para las risas de otros. Pero aunque sabían que el enemigo no había entrado en
sus dominios, nunca sabrían que aquello fue el atemporizaje de Jesús,
silencioso y perfecto, un éxito.
Pronto descubrió Jesús cual era el considerado
enemigo por aquellos íberos, el mismísimo tirano de la pequeña urbe, el gran
cagón, como se le conocía: Pex Minaretix el Rústico. Un tarugo puesto a dedo
por los romanos, dueños y sojuzgadores de Hispania desde unos años atrás. El
tal Minaretix, oriundo de unos terruños cercanos a Acatucci, se había hecho con
el poder y sin embargo solía vivir encerrado en su alto castro, temeroso por la
constante rebelión de los arrabales. Aquel frente de Resistencia no estaba
compuesto por un puñado de idiotas y eso Minaretix lo sabía, por eso no le
quedó otra solución, una vez más, que pedir socorro a sus amos los romanos, que
tenía enorme empeño en hacerse con una de las más bellas calles de “su”
Florentia Iliberritana y el barrio entero lo había mandado a freír espárragos. Que
lo corrieron a pedradas hace unos días, a él, a sus esbirros, y a su guardia,
que falcata en mano, bajaban todos por las calles del barrio que se las
pelaban. Jesús pudo constatar que las cosas no diferían mucho en el lugar, a pesar
de la distancia en el tiempo, más de dos milenios. Así que se dispuso a esperar
un poco para poner en práctica su plan. Necesitaba tener una entrevista con
Minaretix y dadas las circunstancias, no sería tarea fácil con el cagón
asustado y sin salir, ni recibir a nadie, excepto, claro estaba, a algún
mensajero de Roma, al que esperaba ansioso.
Continuará...
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