miércoles, 22 de febrero de 2017

The Hawlbaicin 6

                        Garnatix, Albaycín, verano del año 2074.

            Después de una noche entera sin pegar ojo, la mañana se presentó algo más tensa de lo deseado. Los vecinos aún no había tomado una determinación y el enemigo estaba a las puertas, no podían obviar el inminente ataque que se preparaba, sería el cuarto en los últimos meses y era primordial repelerlo. El casino de Zafra, reconvertido desde que se conformara la Resistencia, dos años atrás, en la sede central de la asociación POP, hervía de actividad. Una paloma sobrevoló su bóveda acristalada contemplando a su paso a aquellos humanos que caminaban por dentro de ella como si se debatieran en humanas cuestiones. Y así era, hasta que de repente alguien tomó la responsabilidad y asumió los riesgos. Hubo muchos que de nada lo conocían, otros se planteaban sorprendidos quién era el osado, algunos hasta se atrevieron a preguntarle su nombre. Él dijo que eso no era importante, pero que podían llamarlo Jesús. Entonces, aquellos vecinos más familiarizados con la Cronociberfly 2012, la vieja máquina del tiempo y atracción estrella del antiguo casino, se sintieron obligados a comunicarle de los terribles peligros que aquel viaje entrañaba: la pantalla no visualizaba fechas con exactitud, solo épocas. En cuanto a su regreso...ya sabía de lo improbable del mismo. Algunos se miraron entre sí, otros dejaron caer los hombros apesadumbrados, pero todos quedaron en silencio cuando Jesús aceptó humildemente la misión, sin titubeos. Y todos pudieron admirarse aquella mañana al verlo subir a la Cronociberfly con sus provisiones de pan de Alfacar, su jamón de Trevélez y su morcilla de Güejar, su tartera de bacalao con tomate, unos piononos de Santa Fe y hasta su garrafa de agua de Lanjarón, que la trajo una tal Carmela, y su botella de J&B que le llevó de bulla y corriendo un tal José de Ari...lo que sea. Así que bien pertrechado de viandas para el camino, tomó Jesús las últimas consignas y con un aplomo encomiable, destapó un tuperware de ensaladilla rusa, se despidió tenedor en mano y brindando con un tercio de cerveza Alhambra especial, se perdió en la espesa nube que la maquina despedía para sensación del público, antes de iniciar el viaje en el tiempo. Y en tanto el vecindario quedaba a la espera, expectante y meditabundo, Jesús pensaba mientras comía en cosas como: Esto está que te cagas de bueno; y qué fresquita está esta birra; y... ¿En que época habíamos quedado que nos situábamos, a ver, a ver...? Mientras no caiga en la Guerra Civil...ahí poco podré hacer. Cómo está la ensaladilla, madre mía... ¡Coño, la pantalla, funciona! Eh, ¿eso qué es? No me digas qué...

Solsticio de verano en Florentia Iliberritana, sur de Hispania. 145 A.C.

Después de las últimas revueltas en la civitas íbera, más calmada la situación y levantado el toque de queda, algunos de los pobladores de los arrabales coincidieron en haber oído un extrañísimo sonido en la apacible noche, aunque nadie vio nada y aún menos podrían llegar a identificar aquello, pues nadie se quejó de daño o ataque alguno. Si acaso habrá sido un pedo de elefante, se aventuró a decir uno para las risas de otros. Pero aunque sabían que el enemigo no había entrado en sus dominios, nunca sabrían que aquello fue el atemporizaje de Jesús, silencioso y perfecto, un éxito.
 Pronto descubrió Jesús cual era el considerado enemigo por aquellos íberos, el mismísimo tirano de la pequeña urbe, el gran cagón, como se le conocía: Pex Minaretix el Rústico. Un tarugo puesto a dedo por los romanos, dueños y sojuzgadores de Hispania desde unos años atrás. El tal Minaretix, oriundo de unos terruños cercanos a Acatucci, se había hecho con el poder y sin embargo solía vivir encerrado en su alto castro, temeroso por la constante rebelión de los arrabales. Aquel frente de Resistencia no estaba compuesto por un puñado de idiotas y eso Minaretix lo sabía, por eso no le quedó otra solución, una vez más, que pedir socorro a sus amos los romanos, que tenía enorme empeño en hacerse con una de las más bellas calles de “su” Florentia Iliberritana y el barrio entero lo había mandado a freír espárragos. Que lo corrieron a pedradas hace unos días, a él, a sus esbirros, y a su guardia, que falcata en mano, bajaban todos por las calles del barrio que se las pelaban. Jesús pudo constatar que las cosas no diferían mucho en el lugar, a pesar de la distancia en el tiempo, más de dos milenios. Así que se dispuso a esperar un poco para poner en práctica su plan. Necesitaba tener una entrevista con Minaretix y dadas las circunstancias, no sería tarea fácil con el cagón asustado y sin salir, ni recibir a nadie, excepto, claro estaba, a algún mensajero de Roma, al que esperaba ansioso.     



                 Continuará...

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