Hawlbaicin ¿Garnatix, año cero? Eso ya lo veremos.
...Y
la señal que estaba siendo emitida para toda la Humanidad se esfumó de repente.
La voz de Rodericus Himeneo Das Antas dejó de escucharse, las holográficas
imágenes que se proyectaban en todos los hogares del Universo se extinguieron
sin más. Y así, el esperado desenlace del gran premio de velocidad dejó de
existir para todo el mundo, excepto para las miles de criaturas llegadas de
todos los rincones del espacio, que se hacinaban expectantes en la inmensa
grada del circuito urbano del complejo complejísimo, The Hawlbaicin Town Resort
Entertainment. Pero poco o nada podía ver esa multitud congregada, porque un
inesperado apagón dejó la metrópolis a oscuras por completo. Los veloces Diablinex
dejaron de gravitar, los pilotos se preguntaban qué podía haber ocurrido, en
tanto, no advertían que el estudio flotante de la MTGVSPQR , la única tele
posible, perdía altura y se posaba inane sobre el New Square Center. El señor
Pepito Minaretes y todo su séquito, quedaron cegados, imposibilitados de ver
que doña Mae Telesfriend, tampoco podía ver el dichoso botoncito que todo lo
pondría en marcha, porque dicho botón, como todo lo demás, había perdido la
fuente de energía que le insuflaba poder. Desde la Concejalía de Ingeniosos Ingenieros
se dio orden de intervención y estudio sobre el molesto problemilla que tan
inoportunamente se había presentado, así pues, se envió al más prestigioso
equipo de ingeniosos ingenieros, para que estudiaran y dictaminaran las causas,
y sobre todo, encontraran un culpable y responsable de tan inadmisible cagada.
Iba a ser el comienzo de todo, de una nueva era, pero habría de retrasarse
inesperadamente, la energía, el poder, se habían desvanecido de pronto y todos
se preguntaban angustiados, qué había podido suceder, por qué estaban sumidos
en tan tenebroso trance. Hasta que por fin, la luna emergió tras los montes de
Valparaíso y sus tenues rayos iluminaron el cauce desecado y embovedado del río
Darro. Se pudo observar entonces que sus aguas, desviadas hacia el canal
excavado a través del derruido barrio del Albayzin, habían elevado su nivel, el
acueducto estaba obstruido y la presión amenazaba con reventar el dique. Los
ingeniosos ingenieros penetraron entonces por el inmenso túnel para comprobar y
determinar, quién o qué, taponaba aquella su magna obra impidiendo la
circulación del agua. De pronto la tierra tembló, la cúpula del casino de Zafra
se sacudió con sus importantísimos ocupantes, doña Mae Telesfriend chilló sin
que el señor Minaretes ni su cohorte de vasallos y esbirros pudieran
advertirlo, que todos corrían ya escaleras abajo dejándola sola allá arriba. Un
nuevo movimiento del suelo, un nuevo estruendo, qué coño estaba ocurriendo. Los
técnicos de la Concejalía, ayudados de unas obsoletas linternas, quedaron
parados en medio se su magna magnífica canalización, alumbrando asombrados el
motivo de aquel inesperado atranque. Lo que se ofrecía ante sus ojos los dejó
paralizados. ¿Era una semilla, un germen? No dejaba de crecer, se expandía sin
remedio obligándolos a recular pavorosamente. La luna se elevaba, ahora se
podía ver a la gente correr de un lado para otro. La muchedumbre empezó a
gritar enloquecida cuando las aguas del río rompieron la presa que las
desviaba, comenzando a fluir en tromba
por su cauce natural. La tierra no cesaba de temblar, cada vez con más
estrépito. Los miles de visitantes abandonaban muertos de miedo el complejo complejísimo,
la antigua Carrera del Darro se hallaba de repente desolada, y tras ella y sus
lugares de ocio y negocio, de entre las ruinas del barrio del Albaycín, algo
comenzó a brotar sin esperarlo. Allá asomaba de repente un tejado, acá los
muros de un patio, acullá eran unos cipreses. Ahora era un mirador el que
emergía, un balconcillo luego, unas ventanas, un cierre de reja carcelera, más
y más tejados, y un limonero, y una glicinia derramada sobre una fachada
encalada. Y voces, risas, gentes, vecinos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario